Una vigilia milagrosa y esperada
Para los familiares, una noche mágica en el frío del desierto
Hermanados por la ansiedad, y a la espera de sus seres queridos, vibraron con cada salida a la superficie. Muchos compartieron la vigilia de 70 días en un improvisado campamento. Siguiendo la lógica de los numerólogos, el 13/10/10 -esas cifras sumadas al ya mítico número 33- trajo emociones fuertes en el campamento Esperanza.
Apenas minutos después de que el calendario decretó el inicio de una nueva jornada, estalló la algarabía entre los familiares que acampan en la puerta de la mina San José.
Fue cuando Florencio Avalos emergió a bordo de la cápsula Fénix II tras 70 días enterrado en las entrañas de esta montaña del desierto de Atacama. Sus familiares lloraron y gritaron. Florencio abrazó a su mujer Mónica y su hijo Byron que lo esperaron al costado del interminable túnel de 622 metros perforado en la piedra.
Para el resto de las familias, que esperan presas de la ansiedad, Avalos también fue su hijo, marido, padre. Y también festejaron y lloraron. Porque la salida de Florencio fue el símbolo de que el milagro que hace 70 días parecía imposible, podía finalmente concretarse.
Tras el esfuerzo de cientos de personas y el logro de una proeza técnica sin antecedentes, el momento tantas veces ansiado se transformaba en una realidad.
La noche del desierto muerde con un frío atroz. Pero nadie busca refugio en sus carpas. Todos siguen expectantes la subida de esa cápsula con nombre de animal mitológico que trae uno a uno a sus seres queridos de vuelta al mundo y a la vida.
Ni siquiera se molestan por el asedio de los miles de periodistas de todo el planeta que cuelgan los escasos 100 metros de calle de tierra a cuyos costados se erigió el campamento.
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